EL QUE BUSCA LA VERDAD CORRE EL RIESGO DE ENCONTRARLA.

Judith era una chica de 15 años. Vivía en Valencia y tenía una familia y amigos con los que era feliz. Un domingo, en que hacía calor y el sol lucía brillante, Judith estaba comiendo con sus abuelos, sus dos hermanas y sus padres, Nuria y Julián. Estaban viendo las noticias de Antena 3. Su madre le dijo a Judith que después de terminar de comer tenía que hablar con ella, ésta pensaba que sería por el examen suspenso de inglés, aunque en realidad no tenía nada que ver. Al acabar de comer, mientras la abuela preparaba el café y las niñas jugaban en la habitación de los juguetes, su madre con la ayuda de su padre y de su abuelo, empezó a hablar. Le dijo delicadamente que había sido adoptada por ellos dos días después de nacer. En ese momento Judith se quedó en estado de shock. No sabía qué hacer. Como reaccionar. Que decir. Se levantó sin pedir ninguna explicación y se fue de casa dando un portazo. Se fue en dirección a la playa. Se sentó en la arena mirando la infinidad del mar, mientras su mente estaba en blanco. No se percató de que dentro del agua, un chico encima de una tabla de surf la estaba mirando. Cuando Judith se iba, con lágrimas en los ojos y mientras le escribía un whatsapp a su amiga Clara para quedar y hablar en el parque, cuando alguien le puso la mano en el hombro. Se dio la vuelta y era el chico que estaba haciendo surf. Era un chico moreno de ojos azules. Él le preguntó que le pasaba, pero ella como no lo conocía de nada pasó de él. El la cogió del brazo y le pregunto como se llamaba, ella al ver la insistencia del muchacho le dijo como se llamaba y le preguntó ella también su nombre. Empezaron a hablar y ella le contó lo que le pasaba y se desahogó con él y en poco tiempo se hicieron muy amigos.